03/03/2018
En la historia del rock y el heavy metal han habido bandas que durante su trayectoria han editado álbumes que a día de hoy son clásicos indiscutibles del género y han compuesto himnos que siguen sonando y son cantados por cientos o miles de personas cuando son tocados en directo... pero Anvil no se encuentra en ese puñado de bandas pese a contar con 40 años de trayectoria. La banda canadiense, con 17 álbumes en estudio es todo un ejemplo de persistencia y cabezonería. Steve "Lips" Kudlow y Robb Reiner llevan 4 décadas luchando por ese reconocimiento que parecía no llegar nunca. No fue hasta la publicación del documental Anvil! The Story of Anvil, donde narran sus penurias y su carrera llena de altibajos cuando comenzaron a percibir cierto éxito y a realizar giras con más congregación de público.
Con motivo del lanzamiento de su nuevo disco de estudio Pounding The Pavement y aprovechando sus 40 años de existencia volvían a lanzarse a la carretera pasando por primera vez por Valencia, haciendo que el Paberse Club registrara una muy buena asistencia y que las inmediaciones de la sala estuvieran a rebosar de metalheads que, ya fuera por curiosidad o por ganas, no querían perderse el show de Anvil.
El hecho de que los teloneros fueran los alemanes Trance era otro punto a favor y para muchos el plato fuerte de la gira, quienes de hecho realizaron un concierto sobresaliente. Reunidos desde el año 2011, cuentan con varios de sus miembros originales y con el joven Joe Strubel a la voz, quien fue el centro de atención gracias a su chorro de voz y a sus dotes como frontman.
La banda basó su repertorio en sus primeros trabajos, sonando cortes como Heavy Metal Queen o Sensation del álbum Power Infusion o Loser, Confession (con ese aire a Scorpions) o Break Out del disco homónimo. El sonido fue impecable y la banda hizo exhibición de su hard rock con tintes de heavy metal en un concierto que se hizo corto y nos dejó con ganas de más.
Con Break The Chains de su último trabajo The Loser Strikes Back y Shock Power finalizaron un concierto que sobresalió y que agradó a los presentes. Además tras el concierto toda la banda estuvo en la zona del merchandising haciéndose fotos y firmando autógrafos, toda una muestra de cariño ante sus seguidores.
Con una puntualidad rigurosa, Anvil subieron al escenario bajo la ovación de una sala llena que quería deleitarse con el heavy metal de los canadienses que siempre bajo una sonrisa ofrecieron un concierto correcto y divertido.
De hecho Lips mostró sus dotes de frontman bajando con el público durante la instrumental March Of The Crabs que abría el concierto tocando la guitarra y fundiéndose con una audiencia eufórica que rodeó al músico para darle más énfasis al momento. Ya de nuevo sobre las tablas, comenzó la avalancha de clásicos de su discografía con 666 del álbum Metal On Metal, su segundo disco de estudio y en el que más incidieron durante el concierto, no en vano sigue siendo su trabajo más reconocido.
Destacar que durante todo el concierto el sonido acompañó y la banda se mostró compacta y transmitiendo un buen rollo que contagiaba. Robb Reiner tras la batería realizó un trabajo impecable (su forma de tocar agresiva a la par que técnica me sorprendió) y el bajista Chris Robertson, en la banda desde el año 2014, además de acompañar a los coros nos deleitaba con unos gestos faciales delirantes.
Lips nos dio las gracias por venir y presentó el tema Ooh Baby de su primer álbum Hard'N'Heavy, donde sonó la vertiente más rockera del combo canadiense. También hubo tiempo para incidir en canciones más actuales como Badass Rock N Roll del disco Hope In Hell (2013) o Doing What I Want del reciente Pounding The Pavement.
Lips quiso dedicar el tema Free As The Wind al siempre añorado Lemmy Kilmister y recordó una anécdota de cuando giraron juntos en los 80 y acabó emborrachándose por culpa de un combinado de vodka y zumo de naranja que el líder de Motörhead preparó y que únicamente pudo volver en sí gracias a un "mágico polvo blanco" que Lemmy le ofreció, pero que le hizo perder la consciencia horas después. La anécdota desató carcajadas entre los presentes y brindando por la memoria de Lemmy, continuó el concierto.
También hubo momento para recordar al fallecido productor Chris Tsangarides, quien produjo varios trabajos de la banda, entre ellos el famoso Metal On Metal, Forged In Fire o This Is Thirteen, al cual le dedicaron el tema de mismo nombre, con ese toque doom que puso el toque más heavy a la actuación. El concierto comenzaba a llegar a su clímax y con Mothra llegó uno de los momentos más esperados por el público, cuando Lips sacó un dildo para realizar un solo de guitarra. Sin duda ese particular solo fue una de las cosas que les hizo destacar en los 80 y que actualmente mantienen como uno de los puntos fuertes de sus conciertos.
Con Daggers And Rum del álbum Anvil Is Anvil cantaron por la vida pirata y durante Swing Thing llegó el solo de batería de Robb Reine, el cual fue muy aplaudido (desde luego la actuación del batería fue lo mejor del concierto) Ego fue el último repaso a su nuevo trabajo y con su particular himno Metal On Metal, esperado por todos, pusieron patas arriba la sala. Puede que Anvil no sea una banda con canciones que vayan a pasar a la historia, pero sin duda alguna Metal On Metal siempre será su canción de referencia.
Antes de despedirse, a modo de bis nos ofrecieron sus dos últimas canciones, Running y la versión de Steppenwolf Born To Be Wild, que pese a que está ya muy manida, la banda quiso tocar como fin de fiesta.
En total 2 horas de actuación que demostraron que pese a llevar 40 años en activo Anvil siguen en forma y que continúan defendiendo a capa y espada su carrera evitando caer en el olvido. Puede que no hayan vendido miles de discos o que no llenen pabellones, pero son una banda querida por muchos y todo un ejemplo de perseverancia. Ojalá su carrera siga muchas más décadas.
Texto: Alapont
Fotos: Lorena Mora
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